HEMEROTECA: SÁBADO 13 DE MARZO DE 2.004

Dicen por ahí que ‘tragedia + tiempo = comedia’.
¿Son cinco años tiempo suficiente? No lo sé. En cualquier caso, no voy a hacer coñas con la tragedia sino con la cómica incapacidad de otros.
Ducho en esquelas no lo soy mucho, pero diría que el nombre reseñado por tamaño y tipografía en ellas (al menos en las ibéricas) corresponde, sí o sí, al difunto. Incluso lo hace en aquellas de “la familia expresa su agradecimiento a los asistentes” o patatín o patatán, no domino la jerga, yo soy más de fuego y viento o fosa y limonero.
Por ello, noté algo extraño en la esquela, el 13 de marzo de 2.004, dos días después de los atentados (¿de ETA, Acebes?, ¿de Al Qaeda, resto del orbe?), pero –incluso más trascendente para nuestro protagonista- UN DÍA ANTES.
- ¿Antes?
- Del 14.
- ¿14?
- Elecciones.
- ¿Elecciones?
“¡Hm! ¿Y si el PP perdiese...? ¡Cuán premonitoria...!”, pensé, y archivé el legajo.
Y perdió.
Ese día se inventó, así, la esquela inversa: aparecieron como muertos antes de serlo, o quizás mientras estaban granjeándoselo (era la noche de los sms, de las detenciones, de las versiones de los medios públicos y privados afines, de las dos líneas de investigación, de las llamadas del inefable Pepito Aznar <‘Bigote Triste’ para el Paco de ‘Corre Carmela...’> a los directores de los medios privados, de las concentraciones ante Génova -¿espontáneas?, ¡anda ya!-... de la degustación tortillil en mi caso, porque siempre he sido muy de huevo, patata y queso y de ocuparme de los asuntos verdaderamente importantes).
¿Ha pasado suficiente...? A mí me parece que sí.
A pesar de todo, Peter Jay y sus amigüitos siguen ‘AHR THAT AHR’ (‘erre que erre’ en las EspaÑas). Supongo que ese día Urdaci, protagonista también a su manera y pesar, consideró que ya tenía suficiente bagaje en la Alta Comedia como para dedicarse a los monólogos (que son una suerte de diario cómico; ¿para cuándo uno sobre su divertidísimo periplo al frente de los informativos telepeperos?).Pues eso: ¡cuidadín!, amigos de las condolencias impresas, porque la casualidad tiene estas ocurrencias tan puñeteras.