Y DE PERIODISMO ¿QUÉ?

martes, 22 de diciembre de 2009

MANERAS ABSURDAS (AUNQUE EFICACES) DE JUSTIFICAR LA TORTURA

Hoy propongo un ejercicio de cultura-ficción.

Supongamos que tenemos en el banquillo de los acusados a una organización de, contando por lo bajo, doscientas mil personas acusadas de tortura continuada a lo largo de los años.

La Acusación pone encima de la mesa la cuestión de que este grupo se dedica a torturar hasta dar muerte a unos sujetos, regodeándose además en lo bien que lo hacen, conociendo la estima e incluso la admiración de una parte de la sociedad del Estado en que actúan y el reconocimiento y difusión de los medios de comunicación de masas. Suponiendo que las pruebas aportadas son suficientes e irrefutables, finaliza confiada su alegato y la Autoridad autoriza a hablar a la Defensa.

Los argumentos de la Defensa se asientan en las siguientes afirmaciones:
- Esto que llamáis tortura, acomplejados ignorantes, es parte de nuestra cultura (“la ablación, los casamientos arreglados, incluso la mafia podrían decir algunos son parte de determinadas culturas; ¿hay, por ello, que mantenerlos?”, pensaban en la Acusación)
- no sólo eso: es un arte (la Acusación recuerda que la Inquisición había alcanzado cotas de virtuosismo en la tortura o que los planes de ciertos traficantes, de ciertos delincuentes, atentados planeados al milímetro son auténticas obras de talento y dedicación)
- no obligamos a nadie a que vea nuestras torturas (“¿Tampoco obligáis al sujeto a ser sometido a la tortura?”, piensa el abogado de la Acusación, queriendo –ahora sí- hablar, “¿Los quemados en la hoguera por la Inquisición no suponían mayor problema ético ya que no se obligaba a la gente a presenciarlo? ¡Ah! ¿O si se olbigaba? ¿Será por eso? ¿Estará ahí la diferencia?”)
- damos trabajo a numerosos ciudadanos (“¿Cuánta gente vive de la extorsión mafiosa en Italia, en Rusia, en Euskadi? ¿Cuántos niños, mujeres, viejos, comen gracias a la piratería? ¿Y del tráfico de drogas?”)
- los sujetos (a quien la acusación dice que torturamos) no sufren (“semejante estupidez equivale a decir que Obama es esquimal o perfectamente blanco”)
- además, los sujetos no son personas (“Tampoco lo eran los judíos para los nazis, ni lo son las vacas para los hinduístas, ni siquiera los menores no son personas de pleno derecho. Para los cristianos no hay nada que respetar salvo al Hombre: da igual la Tierra, el resto de los animales, todo por el libro idiota ése”)
- y si no fuese por la tortura, los sujetos no existirían (“Esto es cierto”, piensa el Acusador, “ellos los hacen nacer, los cuidan y los mantienen hasta el momento de empezar a torturarlos; aunque no sé por qué no engendran niños para someterlos a esas torturas en vez de acudir a otros sujetos, o por qué no lo hacen entre ellos mismos, repartiéndose los papeles, si constituye una parte tan importante de su cultura enferma”)

El Jurado, sorprendentemente (o quizás o no), decide anular el procedimiento por falta de pruebas (lo que equivale a declarar la inocencia de los acusados).
La Organización abandona la sala ufana y enchida de gozo, proclamando lo justo del proceso y ensalzando la esencia de la Cultura, la Religión, los valores de nuestra sociedad, bla, bla, bla.
La prensa internacional se lleva las manos a la cabeza; la nacional, a la billetera.
La Acusación arruga su frente, se encoge de hombros. “¿No era tan evidente como creíamos? ¿No ha sido un procedimiento que garantice la defensa de los derechos de los sujetos? Buscaremos más pruebas”.
El Juez se acerca a ellos: “No os canséis, no le deis más vueltas a esto”, les aconseja. “Buscad otro tema”.

Por supuesto, era cultura-ficción; la realidad se llama tauromaquia.

lunes, 14 de diciembre de 2009

EL QUE SIEMBRA VIENTOS


PS: ¿Hace falta decir más?